martes, 3 de septiembre de 2013
"Solo unos segundos"
domingo, 4 de diciembre de 2011
"El segundo fruto"
Sé que dirías que ese nunca puede ser un final, que el suicidio es el camino más corto hacia la nada, que así ya nunca podrán ser posibles el arrepentimiento y el Cielo. Lo sé. Pero no me importaba, porque ya no comprendía dónde estabais.
La habitación se había convertido para mí en un sordo y estremecedor aullido, en un sepulcro abierto y vacío. A la luz de la vela, con sus sombras ondulantes, cada anochecer era una guadaña negra afilada de llanto, una invitación de baile eterno con el sueño. Y es que siempre en la esquina el corazón dejaba de latir. El lecho de paja me extendía vuestros brazos y yo quería cruzar ese umbral, acabar con el horror y conocer la verdad.
Anoche vi el infierno, y no era más que una luna de fuego frío abrasadora. Su luz iluminó la súplica de tus ojos mientras sus manitas inmóviles, las tuyas y la cruz erais uno para siempre. Presencié las tormentas en el cementerio y cómo la cajita de madera se fundía con la tierra.
Varé en el espanto de tu limbo, en aquel confuso lugar sin purificación que os arrastró a los dos. Intenté nadar sin fuerzas, extenuado, guiado por las plegarias de tu voz ante la esperanza de un Cielo abierto para tus entrañas, por la misericordia de un ente todopoderoso y justo. Pero me ahogué en el lecho, cerrándote los párpados. Me hundí en el odio y en el miedo y olvidé.
Sin embargo anoche recordé. Subido a la silla y abrazado a la cuerda en la garganta, un martillazo de vida trituró las cadenas. Solo fueron una palabra, “dada”, y unas risitas de ángel desnudo sin alas. Jugueteaba con mi zapatilla tumbado en la paja y miraba hacia el techo con felicidad. Desaté la soga, bañé su cuerpo en la calidez de mis lágrimas y por fin os encontré.
Anoche salí del infierno, acabé con la oscuridad, descubrí que siempre estaríais aquí.
"La barra del bar"
Aquí va uno titulado "La barra del bar":
- ¿Tú crees en Dios?- la voz le salió entrecortada.
- Hombre, no sé qué decir…- dijo el camarero mientras secaba uno de los vasos y lo dejaba bocabajo en el fregadero.
- Pues solo eso, que si crees que existe Dios. ¿Sí o no?-
- No sé, algo tiene que haber ¿si no porqué todo ese rollo de las religiones?-
- Pues yo no creo en Dios.- dijo mientras terminaba su copa y la ponía cerca del camarero. Éste la cogió, mirándolo de reojo, la lavó y secó cuidadosamente y la situó junto a la otra.
Dos bombillas colgadas de cables dejaban varias zonas del bar prácticamente a oscuras mientras en las otras se instalaba una difusa penumbra. En la esquina de la barra un hombre tosió, se levantó lentamente de su taburete y se dirigió al servicio. Un minuto después salió, pidió un güisqui solo con hielo y se sentó de nuevo. Desde la radio, encima de la máquina de café, el susurro de una potente voz de mujer cantando una copla inundaba el local.
- Pues yo creo que hay que ser muy tonto para creer en Dios. Anda, ponme otra copa cuando puedas.-
- ¿Lo mismo?-
- Sí, lo mismo.- sacó del bolsillo la cartera y un paquete de tabaco. Cogió un cigarrillo y lo encendió con una larga bocanada.- Porque a ver ¿qué hace Dios por nosotros?- el camarero terminó de prepararle la copa y se la acercó. Éste la cogió y le dio un trago rápido.- No sé, por mí no ha hecho mucho el cabrón.-
- Joder, es que eso no tiene nada que ver con el hecho de si existe Dios o no…-
- ¿Que no? ¿Pero Dios no está para ayudar? ¿¡Entonces para qué cojones está!?-
- No me líes, Paco.- retiró el trapo de su hombro y limpió las marcas de agua de la barra, haciendo levitar por un momento el vaso del otro para posarlo después.- Además hay mucha gente en el mundo como para que ayude a todos. Siempre hay alguien a quien no puede ayudarle y al que le dan por culo.-
- Puede que tengas razón. Pero es triste pensar eso.-
- Será triste o lo que sea, pero así debe de ser.-
Paco estampó su cigarro contra el cenicero. Enfrente había un espejo sucio con un borde donde se alineaban diferentes botellas de alcohol, la mayoría de ellas casi vacías. Su cabeza estaba a su misma altura y se veía el rostro, sesgado y multicolor en la negrura. Un poco más arriba aparecía la pequeña calva en movimiento del camarero. Abrió su cartera y se la quedó mirando. En ese instante la voz femenina terminaba la canción con una nota alta, prolongada y desgarrada. Apartó rápidamente su vista de la cartera, la cerró y le dio un trago largo a la copa.
- ¿Cómo están Amparo y los niños?- preguntó.
- Pss, tirando.- dijo el camarero.
- ¿Van bien en el colegio los gandules?-
- Mi chico sí. Siempre trae muy buenas notas y es de los mejores de la clase.-
- ¿Y cómo está el pequeño demonio? Hace tiempo que no le veo el pelo.-
- El pobre está pachucho desde hace unos meses.- el camarero dejó de limpiar la barra y se agarró a ella con los dos brazos.-
- ¿No me digas? ¿Qué le pasa?-
- No lo sé. Le cuesta respirar y se fatiga mucho, sobre todo cuando hace algo de deporte en la calle o en el colegio. Le van a hacer pruebas y el médico de cabecera dice que puede que sea anemia.- el hombre de la esquina volvió a toser con fuerza y le dio un trago largo a la copa de güisqui, vaciándola.
- Vaya por Dios. Espero que no haya problemas y que se cure pronto.-
- Yo también, Paco. Me da pena cuando veo que con la edad que tiene no puede estar jugando como un niño más con sus amigos.-
- Claro hombre, no te preocupes, que para eso están los médicos. ¿Y la mayor como está?-
- Una cruz me ha caído con la joía.-
- Bueno, es que está en una edad muy tonta.- Paco cogió la copa y le dio otro sorbo.
- Va de mal en peor. Lo único que hace es estar en la calle con sus amigas. Y mira que era buena estudiante hace dos años… Y ahora nada, todo suspensos.-
- Si es que vaya tela con la juventud de hoy en día.-
- Solo piensan en pasárselo bien. Igualito que nosotros a su edad.-
- Yo con la edad de tu mayor ya llevaba dos años por lo menos en una fábrica de sombreros. ¿La escuela? ¡Joder, ojalá hubiera podido ir! Por los cojones lo hubiera desperdiciado.- sacó de la cajetilla otro cigarro y lo encendió.
- Es lo que hay, qué se le va a hacer.-
Al final de la barra el hombre de la copa de güisqui llamó al camarero. Tenía la tez blanquecina y el pelo negro, plagado de canas que bajaban hasta extenderse hacia una barba corta y rala. Frente a sus ojos sostenía un folio que había dejado de leer, apoyándolo en la barra empapada de agua. Se quitó las gafas y frotó sus ojos con los nudillos. El camarero, con un movimiento rápido, colocó la bayeta sobre su hombro y se dirigió hacia el. El otro con la mano le hizo un gesto para que se acercara un poco más, quedando los dos a menos de una cuarta.
Del exterior no llegaba sonido alguno, aún cuando la puerta estaba entornada, y penetraba en el bar un aire frío que hacía bambolearse una de las dos bombillas, que estaba cerca de la entrada. La oscilación creaba una danza de sombras en el techo, un baile caprichoso. A veces era lineal y pendular, y parecía un gran reloj de pared que marcaba los segundos con cierta rapidez, pero en otros momentos era ligeramente circular, elíptico. Paco apartó la vista del techo y le dio otro sorbo al licor. En la radio comenzaron los vivos acordes de otra copla y la voz de una mujer se destacó con claridad.
Me lo dijeron mil veces mas yo nunca quise poner atención.
Cuando llegaron los llantos ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde
ningún reproche te hacía
lo más que te preguntaba
era que si me querías.
Y bajo tus besos en la madrugá
sin que tu notaras la cruz de mi angustia solía cantar…
Te quiero más que a mis ojos
te quiero más que mi vía…
más que al aire que respiro
y más que a la mare mía.
El camarero había vuelto a donde antes se encontraba y, abriendo la caja registradora, cogió algunas monedas y se dirigió hacia el hombre de la esquina. Otra vez quedaron ambos en la misma posición de antes. Tras varios segundos le acercó las monedas que llevaba en la mano, mientras éste retiraba su cuerpo ladeado de la barra y posaba la mirada en el suelo, cabizbajo.
- Muchísimas gracias, no sabe lo que significa para mí.- dijo.
- No hay que darlas, hombre.-
Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día
mi niño no tiene pare
que pena de suerte mía.
El reloj que había en la pared, encima de las botellas de alcohol, marcó con un sonido seco las dos de la mañana. El hombre se incorporó del taburete con lentitud, poniéndose las gafas y recogiendo el papel, ya mojado, que había dejado encima de la barra. Levantó sus ojos del encerado y los pasó por Paco y el camarero.
- Vayan ustedes con Dios, señores- dijo, y dirigió sus pasos hacia la puerta, cerrándola al salir. La bombilla comenzó, poco a poco, a decrecer en su danza curva y pasó a ser rectilínea de nuevo.
Paco sacó otro cigarro de la cajetilla y lo encendió. Miró la copa, que estaba a la mitad, y, soltando el mechero, la agarró con la diestra y la apuró de un sorbo.
- Ponme otro trago, anda.-
- No, Paco, ya está bien por hoy, cojones. Además voy a cerrar, que esto ya está muerto.-
- Joder… Está bien. ¿Cuánto te debo?- dijo mientras cogía la cartera.
- Nada hombre, hoy invito yo.- respondió el camarero, que recogió la copa, la lavó y secó cuidadosamente y la dejó junto a las otras que ya estaban limpias.
En la radio había empezado a sonar una bulería rápida y festiva. Alzando el brazo, giró la manivela y la apagó.
martes, 19 de julio de 2011
Y es que hay algo de "magia" en esto de escribir, que duda cabe. Como en un sueño, he revivido instantáneamente imágenes y sentimientos que no habían vuelto a salir al exterior... hasta hoy. Ahora, por fin, vuelven a formar parte de mí.
compañera de olores y de vida.
Amiga invisible, convecina,
siento en mí el dolor de tu herida.
-Déjame besar tu frente
de corteza descosida.
Desde tu pedestal de cemento
ves nidos donde el amor fermenta.
Conversas y juegas con el viento,
sonriendo al sol que nos calienta.
-Déjame coger tu mano
y ver tu derrota lenta.
Solo escucho ahora el quebranto
silencioso de tus vetas blancas,
el desgarro mudo de tu canto
y de tu cuerpo inmerme en la cuneta.
-Deja que grabe en mi mente
la rapsodia de un poeta.
Me pregunto cuál será tu sino,
si tu mente será solo olvido.
Espero que encuentres el camino
que el corazón del hombre ha perdido.
Déjame decirte, hermano:
"Tu corazón ha vencido".
domingo, 21 de noviembre de 2010
Así habló Zaratustra
Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría?.
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?.
¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?.
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos?.
¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?.
Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».
«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!».
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas – brillan en mí».
«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy – todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?.
Crear valores nuevos – tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear – eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores – ése es el tomar más horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.
En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.
Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. –
jueves, 15 de julio de 2010
James Ensor, el "pintor de las máscaras"
Por otro está comenzando la Segunda Revolución Industrial. La luz de gas va dejando paso a la electricidad, el raudo ferrocarril sustituye a las carretelas y carromatos en el transporte, un tipo que se llama Graham Bell inventa un aparato para hablar desde largas distancias, hay gente que comienza a crear edificios en un material que se denomina "acero", aparece un explosivo que se llama "dinamita", e incluso hay algún que otro loco que dice que se puede crear un método de transporte con el cual volar, como lo hacen los pájaros...
Asimismo las ciudades crecen, cada vez hay más habitantes y, a la misma vez, más diferencia económica entre estos. Las máquinas han dejado sin empleo a miles y miles de campesinos que no tienen otra opción que irse a las ciudades y comenzar a trabajar en las fábricas o a sobrevivir como mejor pueden. Sin embargo una pequeña masa de burgueses vive ajena a todo esto y controlando la mayor parte de la economía de las ciudades, mientras otros debaten sobre el nuevo orden de este sistema, denominado "capitalismo", y sobre las teorías de un tipo llamado Marx.
En definitiva, las cosas están cambiando, y a un ritmo endiablado. De una sociedad prácticamente pos-feudal y una pintura adocenada y al servicio del Estado se está llegando, apresuradamente y sin estadios intermedios, a otra capitalista, donde lo importante es la producción, la velocidad. Las relaciones sociales, al ampliarse y rebasar el clásico modelo de la familia y la vecindad y perderse en una maraña de nuevas formas (por supuesto, siempre en lo referente a las clases altas) están tergiversadas, tanto más si añadimos los nuevos intereses que conlleva el naciente capitalismo. Es como si el ser humano también estuviese cambiando, escondiéndose detrás de una máscara, ocultándose a sí mismo porque lo importante es el progreso, no él mismo.
Eso mismo es lo que nos plantea James Ensor en sus pinturas. Formado en la Academia Real de Bellas Artes de Bruselas, una más de tantas, en la que se aprende de todo menos pintura moderna, pronto comenzó a crear un mundo personal, imbuido de una visión crítica de la sociedad contemporánea. Para Ensor la nueva sociedad ha cambiado al ser humano. El mundo se ha convertido en un gran circo lleno de novedosos espectáculos. En una sociedad en la que, como por esos años dijo Nietzsche, "Dios ha muerto, y lo hemos matado nosotros...", el sentimiento religioso se convierte en una función cómico-tétrica y, por suspuesto, de masas. Es lo que nos presenta en el cuadro "La Entrada de Cristo en Bruselas" (1888). Las masas de "pseudocristianos", disfrazadas y enmascaradas, asisten a un desfile fastuoso en el que, más que Cristo, lo importante es identificar a este personaje con el Socialismo y, en suma, politizar la religión y celebrar el poderío de la nueva sociedad. Nos es extraño que este Cristo no se sienta identificado con sus nuevos creyentes y que esté ciertamente molesto porque se le instrumentalice y hayan desaparecido los verdaderos "cristianos". Por eso en el cuadro "Varón de Dolores"(1892) parece tener un cabreo monumental. Parece preguntarse "¿por estos farsantes voy a sacrificarme?".
Jean Jacques Rousseau decía:"La naturaleza ha hecho al hombre feliz y bueno (lo cual es discutible), pero la sociedad lo deprava y lo hace miserable". Las pinturas de Ensor vienen a confirmar esta afirmación. Quizá no crea, como Rousseau, en la felicidad del ser humano primitivo, pero sí que la nueva sociedad lo ha modificado. Una idea constante en su obra es la presencia de la Muerte. Pero no como concepto dramático, romántico y simbolista. Es más bien una muerte irónica, casi irrisoria. Es la muerte de alguien que se ha dejado matar y que, incluso, ha contribuido a su propia muerte. Es una muerte "ridícula" y, como casi todo lo ridículo, humorística. Es lo que nos presenta en la obra "La Muerte persigue el rebaño humano" (1896). Además es una muerte "egoísta". Cada cual muere queriendo imponerse sobre el otro, como vienen haciendo los estados autoritarios con sus colonias, o los nuevos empresarios y burgueses capitalistas. En la obra "Dos esqueletos y un ahorcado" (1891) los dos "muertos" se disputan un cadáver que cuelga de la pared con el único fin de comérselo. Seres enmascarados asisten al suceso, algunos armados, esperando sacar tajada propia.
La pintura de Ensor es casi inclasificable, de ahí que sea única y singular. En esos momentos lo postimpresionistas (Van Gogh, Gauguin...) están pintando pero en un ámbito más alejado, en el sur de Francia. Por otro lado dominan las corrientes simbolistas, más o menos ancladas en un cierto clasicismo con pocos pintores que propongan algo diferente (Odilon Redon, Gustave Klimt y poco más). Ensor propone algo diferente. Por un lado para él el simbolismo no es interesante porque se aleja de la realidad y además, pictoricamente, no es novedoso. Por otro los postimpresionistas, si es que realmente llegó a conocerlos, pues son contemporáneos, le proponen algo distinto como es interpretar subjetivamente la realidad, pero sin trascenderla, es decir, sin plantear ideas a partir de esta creando "irrealidades reales", por decirlo de alguna forma.
Para Ensor la pintura tiene que ser instintiva, de poco o nada vale "pintar bien", lo "naif" (ingenuo) e incluso lo infantil puede valer siempre que conduzca a tergiversar la realidad y transformarla en algo diferente, que es en lo que se está convirtiendo. Por eso sus pinturas y dibujos a veces parecen realizadas por niños y representan un mundo de ensoñaciones propias de una edad infantil, de la inocencia. Es decir, lo importante no es cómo se cuenta (todas las formas son válidas) si no qué se cuenta, expresar la forma propia de interpretar la realidad, incluso saliéndose de esta.
Por eso mismo a Ensor se le podría considerar como uno de los padres, junto a Edvard Munch, del Expresionismo. Por otro lado los temas a veces irreales y fantasiosos que lleva a cabo lo ponen casi a las puertas, o por lo menos como antecesor, del Surrealismo. Pero, por encima de esto, fue un pintor de su tiempo. Supo contemplar la realidad sin anteojeras y plasmar en sus cuadros una visión del mundo personal y crítica. En muchos sentidos su pintura no es más que la representación cínica de la absurda muerte del ser humano como tal, de su transformación en algo distinto, pero en nada en concreto. En definitiva, tras las máscaras de Ensor se esconde el desconocimiento que el hombre tiene de sí mismo, la deshumanización del "ser humano" que se ve obligado a no ser persona, sino una simple máscara adaptable y cambiante a la realidad.
martes, 7 de abril de 2009
Aquellas Pequeñas Cosas
Lo mágico que tiene navegar entre los ríos de papel que a uno se le acumulan con los años es que durante el recorrido puedes varar mil veces pero siempre llegas a algún puerto conocido en el que has dejado una esencia importante de tí mismo. Cuando lo haces evocas las olas que te sobrecogían, las mareas que marcaban tu destino, el timonel que te guiaba bajo el firmamento, las zozobras durante el arcano trayecto... Y toda esa marabunta de sensaciones es como un pequeño fragmento de un gigantesco puzzle al que le añades una pequeña pieza. Pequeña, pero esencial. Porque son esas pequeñas cosas (parafraseando a Joan Manuel Serrat) en las que se basa nuestra existencia y de cuya simbología, como tótems llenos de significado que son, dependemos.
El relato que os pongo a continuación no es muy bueno. De hecho es mediocre en muchos aspectos. Pero, para mí, es muy importante.
Se lo dedico a las personas que aprecian "aquellas pequeñas cosas", a todos mis amigos (por suerte arduo sería nombrarlos aquí...) y, por supuesto, al maestro Serrat.
* El relato no tiene nombre.
12/5/2000
Últimamente no tengo ganas de sonreir. Al mirarme al espejo no me reconozco. Veo una figura, una burla de cuerpo, que se me antoja ya ajada, prematuramente envejecida. Me entristece de veras pues aparento casi cuarenta años cuando solo tengo veintiocho. (...)
15/5/2000
Mi padre se ha quedado sin trabajo. Me enteré ayer cuando llamé por teléfono a casa. Le han prohibido faenar por la costa porque dicen que no posee ningún documento que lo acredite para tal menester. Igual que él han acabado decenas de pescadores, a muchos de los cuales conozco personalmente. Sin dinero y sin honor, con el corazón deshecho en mil pedazos y trémulos los callos de las manos. (...)
17/5/2000
Hicham, mi hermano pequeño, ha tenido que dejar la escuela primaria para ayudar en la economía de casa en lo posible. Ahora será uno más de esos niños que inundan las calles del centro de la medina, vendiendo quincallas a los turistas, limpiando botas con sus pequeñas manos, rapiñando comida en cantinas y hornos... Solo le pido a bienaventurado Alá que lo acoja en su seno y le conceda fortuna para enfrentarse con el mundo. Solo tiene diez años. Por desgracia yo sé realmente lo que es la vida en la calle. La pobreza en que vivíamos en Rabat me arrastró sin remedio por los vericuetos de la ciudad, entre pordioseros y mendigos, riendo por mendrugos de piedra y soñando despierto a la orilla del mar. Ahora me doy cuenta de que me hice mayor sin quererlo. Me extirparon la niñez y me hice hombre sin serlo. De hecho nunca aprendí a llorar. (...)
18/5/2000
Hoy he visto, como cada día durante el descanso a la hora del almuerzo, a un grupo de chicos que salían del colegio. Durante unos segundos los he odiado pero después solo los envidié. No saben la suerte que tienen de poder ir al la escuela y aspirar a tener una vida desahogada y humana. Deseé que mi futuro hijo tuviera la educación de la que yo carecí. Al sentir unas lágrimas resbalando por mis mejillas me di cuenta de que los amaba. (...)
20/5/2000
Al salir de la plantación me dirigí junto a mis dos compañeros a la habitación alquilada en la que vivimos. En el portal nos encontramos con una pintada que decía: "Iros a trabajar a Marruecos moros de mierda". Por segunda vez en la semana lloré, esta vez amargamente. (...)
22/5/2000
(...) Me arrepiento de haber venido a España. Me acabo de dar cuenta. Buscaba la humanidad del hospitalario y me encontré con odio y resentimiento. (...) Me llaman ladrón por trabajar aquí sin contrato. Doce horas al día por cuatro perras, cuando ellos son los primeros en renegar de la labor que yo hago. Solo recojo las migajas que dejan por el suelo...
25/5/2000
"Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados." Mateo 5. 1-6. Al leer esto en la Biblia la esperanza se asentó en mi corazón de nuevo. No comprendí la crudeza de una sociedad que predicaba el amor puro. De nuevo lloré. (...) Anhelo un futuro de sosiego, superar la precariedad, dar a mi familia un cuenco lleno del que comer, una cama en la que dormir, un hogar de verdad. (...)
El comisario de policia apartó la vista del diario de Ibrahim y posó sus turbios ojos en el cuerpo inerte de este, que había recibido cinco brutales puñaladas, una de ellas mortal y directa al corazón. Miró al cielo y durante unos segundos pensó: "¿Que será ahora de su familia""
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