viernes, 14 de noviembre de 2008

¡Bienvenidos al maravilloso mundo del...Telediario!

"¡Damas y caballeros! ¡Apaguen sus teléfonos móviles, traigan un buen bol de palomitas, apaguen la luz del salón y siéntense en sus asientos que ya hemos llegado! (Redoble de tambores) ¡Bienvenidos al maravilloso mundo del Telediario! ¡Tenemos todo lo que les gusta: funambulistas, trapecistas, acróbatas, malabaristas, payasos, contorsionistas, ventrilocuos y muuucho más! ¡Todo para su disfrute y deleite y para hacerles pasar un rato divertido en compañía de los suyos! Eso sí... No esperen que les informemos de algo relevante, eso ya no está de moda..."

Una vez terminada la perorata comienza el glorioso espectáculo. Lo primero que nos encontramos, como en cualquier circo que se precie, es una amplia gama de colores que casi nos sublima. Es como si vieramos un maravilloso arco iris que nos insta a no apartar la mirada y a mantener los ojos bien abiertos porque "algo maravilloso" puede o va a ocurrir. Y caemos en su efecto...no apartamos la mirada. Y lo segundo es que comenzamos a ser testigos de espectáculos sin duda fascinantes. Una marabunta de personajillos comienza un incesante y descoordinado desfile de números circenses. Las cabriolas y volteretas se suceden continuamente dejando boquiabiertos a los espectadores, que gritan la muletilla "¡Allez Hop!" como eco visceral de su intenso disfrute. La comunión es total entre todos los partícipes y se respira un ambiente de cordialidad y dicha. Sin embargo algunos en la grada no participan de este sentimiento y tienen el ceño fruncido y los puños apretados en las rodillas. Su mirada anda perdida en cualquier punto indeterminado del escenario. Pero no importa. El espectáculo debe continuar...

Este siglo XXI en el que vivimos tan "deshumanamente" sigue la estela del que le precedió. Por momentos hasta le supera incluso. El "ciudadano medio" se despierta por la mañana, se viste apresuradamente (no sin antes haber elegido concienzudamente las prendas), se monta en uno de sus vehículos y, camino al trabajo, con las ojeras de la terrible noche anterior y entre maldiciones de boquilla, se enfrenta a un caos circulatorio de proporciones bíblicas. Encima llega con retraso y no encuentra aparcamiento en ningún sitio. Una vez que lo consigue se sienta en su silla ergonómica en el despacho compartido y comienza a teclear flemáticamente en su ordenador. El sonido de una vorágine de decenas de dedos martilleando en su cabeza le provoca una sensación extraña, mezcla entre amodorramiento y desesperación, que lo deja insensible. Después de tres interminables horas llega el deseado momento del desayuno (el mismo café muy cargado y la tostada con jamón de todos los días), que pasa fugazmente. Y de nuevo vuelta al asiento, al garrote vil que le va clavando, gradualmente, un grueso tornillo invisible en el cerebro. Durante varias horas sigue llevando a cabo la misma actividad de todos los días, mecánica e inércicamente. Apenas es totalmente consciente de su actividad durante el período de su jornada laboral. Sabe que está haciendo su trabajo, al fin y al cabo, pero su cerebro se encuentra en un permanente atolondramiento que le deja por momento los músculos vacilantes. Pero solo es una desazón pasajera. Su sesera vuelve a recobrar vigor al recordar las letras de la hipoteca y del coche que tiene que pagar a fin de mes. "Joder...y encima este mes tengo dentista y veterinario. Cagon'Dió". Con estos y otros pensamientos en la cabeza termina la jornada. Baja las escaleras precipitadamente mirando el reloj, cruza por el paso de peatones (en el que una anciana a breves impulsos de bastón apenas logra llegar a la otra acera extenuada), entra en su Nissan y al cuarto de hora está ya descalzándose y dejando los zapatos debajo de la percha de la entrada. Con el intermitente sonido de voces infantiles de fondo y las manos teñidas de tinta a retazos recalienta el plato de lentejas y se sienta, apaciblemente y en familia, en el salón. Enfrente: la televisión.

Hay una cosa que los productores televisivos parecen tener a día de hoy muy clara: el ser humano (la enorme mayoría de sus integrantes) no busca informarse de lo que sucede en el mundo. Más bien desea recibir información asequible que se adapte a su angustioso ritmo vital y no suponga una profundización concreta en los verdaderos problemas. "Demasiados tengo ya en mi vida como para que me cuenten otros..." Es decir, busca escudriñar la superficie a ras de suelo durante un momento pero, ni mucho menos, tiene ganas de levantar el vuelo y mirar a vista de pájaro lo que sucede alrededor.

Y cabría preguntarse: ¿Por qué?
-Porque está cansado y desganado.
-Porque tiene problemas con su esposa.
-Porque le tocan horas extras algunos fines de semana en el trabajo.
-Porque desde pequeño le enseñaron solo a vivir con metas prácticas.
-Porque todas las personas que le educaron le enseñaron a actuar, pero ninguna a pensar.
-Porque, aunque a veces se interese por algun suceso mundial, le aburre y siempre acaba viendo el "reality show" del que todo el mundo habla maravillas.

*(Notas del productor):
-Porque vivimos en la era de lo efímero: nada es importante más allá del instante en el que se cuenta.
-Porque lo importante es el placer y hay que intentar no generar demasiado displacer con sucesos inoportunos.
-Porque el director es militante de tal partido, así que España se dirige hacia los abismos de la podredumbre más absoluta.
-Porque lo verdaderamente importante no es lo que acontece realmente en tal pais sino lo que a nosotros nos interesa contar que sucede y de qué modo.
-Porque los diez periodistas con sentido crítico que había en la plantilla poseían demasiadas virtudes y ahora engrosan las listas del INEM.
-Porque los veinte minutos del noticiario deportivo SÍ que les interesa a los televidentes.
-Porque ¿para qué cambiar si ya tenemos el 33% de audiencia en esta franja horaria?
-Porque la libertad de expresión y el derecho a estar informados son dos falacias en las que la gente sigue creyendo incondicionalmente.
-Porque hay verdades que mejor no contarles a ustedes ya que, sencillamente, o no las creerían o se rebelarían (y yo perdería mi preciado puesto).
-Porque lo único fundamental es el consumo: no importa el qué ni la calidad de éste.

*(Nota mía):
-Porque somos felices, comemos perdices y el superhéroe siempre llega en el momento final para salvarnos el pellejo.

Os dejo aquí un par de escenas interesantes de la película "Network. Un mundo implacable" (Sidney Lumet; 1976). Espero que os gusten.


Abraxas














"El periodismo televisivo consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer." Frank Zappa (1940 - 1993)