Hace muchos años escribí un pequeño relato que pensaba enviar a un concurso (cosa que no llegué a hacer ni he hecho a día de hoy). Recuerdo que la temática giraba en torno a la inmigración y que el texto no debía sobrepasar un determinado número de letras. Además se me viene a la cabeza que en aquel momento todo esa jerga abstracta y confusa de los certámenes literarios (que si plica, que si pseudónimo, que si tantas copias del original...) me sonaba a chino y me dejaba desconcertado. Hoy me he reencontrado con esta narración.
Lo mágico que tiene navegar entre los ríos de papel que a uno se le acumulan con los años es que durante el recorrido puedes varar mil veces pero siempre llegas a algún puerto conocido en el que has dejado una esencia importante de tí mismo. Cuando lo haces evocas las olas que te sobrecogían, las mareas que marcaban tu destino, el timonel que te guiaba bajo el firmamento, las zozobras durante el arcano trayecto... Y toda esa marabunta de sensaciones es como un pequeño fragmento de un gigantesco puzzle al que le añades una pequeña pieza. Pequeña, pero esencial. Porque son esas pequeñas cosas (parafraseando a Joan Manuel Serrat) en las que se basa nuestra existencia y de cuya simbología, como tótems llenos de significado que son, dependemos.
El relato que os pongo a continuación no es muy bueno. De hecho es mediocre en muchos aspectos. Pero, para mí, es muy importante.
Se lo dedico a las personas que aprecian "aquellas pequeñas cosas", a todos mis amigos (por suerte arduo sería nombrarlos aquí...) y, por supuesto, al maestro Serrat.
* El relato no tiene nombre.
12/5/2000
Últimamente no tengo ganas de sonreir. Al mirarme al espejo no me reconozco. Veo una figura, una burla de cuerpo, que se me antoja ya ajada, prematuramente envejecida. Me entristece de veras pues aparento casi cuarenta años cuando solo tengo veintiocho. (...)
15/5/2000
Mi padre se ha quedado sin trabajo. Me enteré ayer cuando llamé por teléfono a casa. Le han prohibido faenar por la costa porque dicen que no posee ningún documento que lo acredite para tal menester. Igual que él han acabado decenas de pescadores, a muchos de los cuales conozco personalmente. Sin dinero y sin honor, con el corazón deshecho en mil pedazos y trémulos los callos de las manos. (...)
17/5/2000
Hicham, mi hermano pequeño, ha tenido que dejar la escuela primaria para ayudar en la economía de casa en lo posible. Ahora será uno más de esos niños que inundan las calles del centro de la medina, vendiendo quincallas a los turistas, limpiando botas con sus pequeñas manos, rapiñando comida en cantinas y hornos... Solo le pido a bienaventurado Alá que lo acoja en su seno y le conceda fortuna para enfrentarse con el mundo. Solo tiene diez años. Por desgracia yo sé realmente lo que es la vida en la calle. La pobreza en que vivíamos en Rabat me arrastró sin remedio por los vericuetos de la ciudad, entre pordioseros y mendigos, riendo por mendrugos de piedra y soñando despierto a la orilla del mar. Ahora me doy cuenta de que me hice mayor sin quererlo. Me extirparon la niñez y me hice hombre sin serlo. De hecho nunca aprendí a llorar. (...)
18/5/2000
Hoy he visto, como cada día durante el descanso a la hora del almuerzo, a un grupo de chicos que salían del colegio. Durante unos segundos los he odiado pero después solo los envidié. No saben la suerte que tienen de poder ir al la escuela y aspirar a tener una vida desahogada y humana. Deseé que mi futuro hijo tuviera la educación de la que yo carecí. Al sentir unas lágrimas resbalando por mis mejillas me di cuenta de que los amaba. (...)
20/5/2000
Al salir de la plantación me dirigí junto a mis dos compañeros a la habitación alquilada en la que vivimos. En el portal nos encontramos con una pintada que decía: "Iros a trabajar a Marruecos moros de mierda". Por segunda vez en la semana lloré, esta vez amargamente. (...)
22/5/2000
(...) Me arrepiento de haber venido a España. Me acabo de dar cuenta. Buscaba la humanidad del hospitalario y me encontré con odio y resentimiento. (...) Me llaman ladrón por trabajar aquí sin contrato. Doce horas al día por cuatro perras, cuando ellos son los primeros en renegar de la labor que yo hago. Solo recojo las migajas que dejan por el suelo...
25/5/2000
"Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados." Mateo 5. 1-6. Al leer esto en la Biblia la esperanza se asentó en mi corazón de nuevo. No comprendí la crudeza de una sociedad que predicaba el amor puro. De nuevo lloré. (...) Anhelo un futuro de sosiego, superar la precariedad, dar a mi familia un cuenco lleno del que comer, una cama en la que dormir, un hogar de verdad. (...)
El comisario de policia apartó la vista del diario de Ibrahim y posó sus turbios ojos en el cuerpo inerte de este, que había recibido cinco brutales puñaladas, una de ellas mortal y directa al corazón. Miró al cielo y durante unos segundos pensó: "¿Que será ahora de su familia""
Lo mágico que tiene navegar entre los ríos de papel que a uno se le acumulan con los años es que durante el recorrido puedes varar mil veces pero siempre llegas a algún puerto conocido en el que has dejado una esencia importante de tí mismo. Cuando lo haces evocas las olas que te sobrecogían, las mareas que marcaban tu destino, el timonel que te guiaba bajo el firmamento, las zozobras durante el arcano trayecto... Y toda esa marabunta de sensaciones es como un pequeño fragmento de un gigantesco puzzle al que le añades una pequeña pieza. Pequeña, pero esencial. Porque son esas pequeñas cosas (parafraseando a Joan Manuel Serrat) en las que se basa nuestra existencia y de cuya simbología, como tótems llenos de significado que son, dependemos.
El relato que os pongo a continuación no es muy bueno. De hecho es mediocre en muchos aspectos. Pero, para mí, es muy importante.
Se lo dedico a las personas que aprecian "aquellas pequeñas cosas", a todos mis amigos (por suerte arduo sería nombrarlos aquí...) y, por supuesto, al maestro Serrat.
* El relato no tiene nombre.
12/5/2000
Últimamente no tengo ganas de sonreir. Al mirarme al espejo no me reconozco. Veo una figura, una burla de cuerpo, que se me antoja ya ajada, prematuramente envejecida. Me entristece de veras pues aparento casi cuarenta años cuando solo tengo veintiocho. (...)
15/5/2000
Mi padre se ha quedado sin trabajo. Me enteré ayer cuando llamé por teléfono a casa. Le han prohibido faenar por la costa porque dicen que no posee ningún documento que lo acredite para tal menester. Igual que él han acabado decenas de pescadores, a muchos de los cuales conozco personalmente. Sin dinero y sin honor, con el corazón deshecho en mil pedazos y trémulos los callos de las manos. (...)
17/5/2000
Hicham, mi hermano pequeño, ha tenido que dejar la escuela primaria para ayudar en la economía de casa en lo posible. Ahora será uno más de esos niños que inundan las calles del centro de la medina, vendiendo quincallas a los turistas, limpiando botas con sus pequeñas manos, rapiñando comida en cantinas y hornos... Solo le pido a bienaventurado Alá que lo acoja en su seno y le conceda fortuna para enfrentarse con el mundo. Solo tiene diez años. Por desgracia yo sé realmente lo que es la vida en la calle. La pobreza en que vivíamos en Rabat me arrastró sin remedio por los vericuetos de la ciudad, entre pordioseros y mendigos, riendo por mendrugos de piedra y soñando despierto a la orilla del mar. Ahora me doy cuenta de que me hice mayor sin quererlo. Me extirparon la niñez y me hice hombre sin serlo. De hecho nunca aprendí a llorar. (...)
18/5/2000
Hoy he visto, como cada día durante el descanso a la hora del almuerzo, a un grupo de chicos que salían del colegio. Durante unos segundos los he odiado pero después solo los envidié. No saben la suerte que tienen de poder ir al la escuela y aspirar a tener una vida desahogada y humana. Deseé que mi futuro hijo tuviera la educación de la que yo carecí. Al sentir unas lágrimas resbalando por mis mejillas me di cuenta de que los amaba. (...)
20/5/2000
Al salir de la plantación me dirigí junto a mis dos compañeros a la habitación alquilada en la que vivimos. En el portal nos encontramos con una pintada que decía: "Iros a trabajar a Marruecos moros de mierda". Por segunda vez en la semana lloré, esta vez amargamente. (...)
22/5/2000
(...) Me arrepiento de haber venido a España. Me acabo de dar cuenta. Buscaba la humanidad del hospitalario y me encontré con odio y resentimiento. (...) Me llaman ladrón por trabajar aquí sin contrato. Doce horas al día por cuatro perras, cuando ellos son los primeros en renegar de la labor que yo hago. Solo recojo las migajas que dejan por el suelo...
25/5/2000
"Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados." Mateo 5. 1-6. Al leer esto en la Biblia la esperanza se asentó en mi corazón de nuevo. No comprendí la crudeza de una sociedad que predicaba el amor puro. De nuevo lloré. (...) Anhelo un futuro de sosiego, superar la precariedad, dar a mi familia un cuenco lleno del que comer, una cama en la que dormir, un hogar de verdad. (...)
El comisario de policia apartó la vista del diario de Ibrahim y posó sus turbios ojos en el cuerpo inerte de este, que había recibido cinco brutales puñaladas, una de ellas mortal y directa al corazón. Miró al cielo y durante unos segundos pensó: "¿Que será ahora de su familia""
Abraxas
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