Estamos en enero de 1889. Un individuo desliza una mano temblorosa, torpemente, escribiendo varias cartas. Éstas deben llegar a sus amigos más cercanos exclusivamente. Piensa que hay ciertas cosas de vital importancia que deberían saber y no aguanta por más tiempo la necesidad de expresar sus cavilaciones. Una voz inusual, más bien irreverente e irracional, le impele durante su redacción. No lo nota, pero su cerebro comienza a desconectarse de su ser. Están tomando poco a poco caminos divergentes. La mente comienza a volar por terrenos jamás vistos ni soñados, casi como un viaje místico en el que él es el Demiurgo Universal. Todo le aparece claro y directo. Está encontrando su "Verdad", después de años rastreando el sentido de esta. Parece que existe, aunque durante su vida haya llegado a la conclusión de que no había tal...
Tal como se le van revelando las verdades esenciales las va anotando en las cartas:
"El mundo está radiante, pues Dios está sobre la Tierra. ¿No ve usted cómo se alegran todos los cielos? Yo acabo de tomar posesión de mi imperio, arrojaré al Papa a la cárcel y haré fusilar a Guillermo, Bismarck y Stöcker. Firma: El Crucificado"
"Yo he sido entre los indios Buda, en Grecia Dionisos, Alejandro y Cesar son mis encarnaciones, igual que el poeta de Shakespeare, Lord Bacon. Por último fui además Voltaire y Napoleón, quizás también Richard Wagner... Pero esta vez vengo como el triunfante Dionisos, que hará de la Tierra un día festivo... No es que tenga mucho tiempo... Los cielos se alegran de que yo este aquí... También he estado colgado en la cruz.."
"Querido señor catedrático. Al fin y al cabo preferiría ser catedrático en Basilea que Dios, pero no me he atrevido a llevar tan lejos mi egoísmo privado para desatender por su causa la creación del mundo." / "Este invierno, vestido de la forma más miserable, asistí dos veces seguidas a mi propio entierro; la primera vez como el Conde Robilant (no, éste es mi hijo, yo soy Carlos Alberto, infiel a mi naturaleza), pero yo mismo era Antonelli" / " Por todas partes me paseo vestido de estudiante, aquí y allá doy palmadas en la espalda a cualquiera y le digo: ¿siamo contenti? son dio, ho fatto questa caricatura..." / " Hice encadenar a Caifás: el año pasado también los médicos alemanes me crucificaron con persistencia. Suprimidos Guillermo, Bismark y todos los antisemitas."
Pasan pocos días cuando uno de sus amigos, que ha recibido una de las cartas, se dirige a su casa. Él está sentado en su silla, con la mirada perdida y mesándose el bigote. Aquel lo saluda cordialmente. Al día siguiente salen juntos y el amigo lo lleva a un centro médico. Días después la madre llega y se lo lleva hacia la ciudad de Jena. Llegan al sitio elegido. En el cartel reza lo siguiente: "Clínica psiquiátrica. Universidad de Binswanger". Al año siguiente sale y es llevado a la casa materna, en Naumburgo. En ella pasa siete años, hasta la muerte de la madre. Su hermana Elisabeth se hace cargo de su cuidado y lo lleva a la villa Silberblich en Weimar. Tres años después, un sábado 25 de agosto de 1900, fallece en Weimar...
En su lápida sencillamente aparece lo siguiente: "Friedrich Nietzsche / 15 october 1844 - 25 august 1900".
Desde que somos seres racionales una de las metas que más hemos buscado con ahínco es la "Verdad". En cualquier civilización, sea de la época que fuere, ciertas mentes privilegiadas y avanzadas o, sencillamente "diferentes" (con todo lo positivo y lo peyorativo que sigue vigente en ese término tan magreado) notaron que la realidad en la que se hallaban faltaban piezas o que, cuanto menos, estas eran defectuosas o no válidas. ¿Qué hacer? Intentar razonar y descubrir las causas de esa imperfección estableciendo una serie de parámetros racionales, más o menos, para que nos entendamos, aplicando una ciencia: la del "pensamiento". Sin embargo la cosa no es tan fácil como parece. Toda sociedad es tal por la unión indisoluble de todos sus ciudadanos. En todos los sentidos. Ésta tiene que parecer o aparentar un "todo en sí mismo", la homogeneidad debe ser absoluta y sin paliativos. No cabe la individualidad de la persona (que en toda sociedad es inexistente de por sí). El ciudadano civilizado debe ajustarse a un molde predeterminado, encajar en el sistema reinante de cualquier forma, absorviendo su mentalidad, sus ideas y su forma de ver el mundo. La totalidad de los habitantes debe responder a esto o, mejor dicho, va a responder a esto. Desde que nace se ve inmerso totalmente en dicha civilización o cultura. Sus movimientos siempre serán guiados hacia una gran inmensidad de campos que casi no puede abarcar con la mirada. Se sentirá extasiado y sublimado por la cantidad de oportunidades que se le brinda. Percibirá su libertad y dicha por tener tan amplia gama de opciones en su haber. No obstante, aunque no se dé cuenta, su teórico libre albedrío sencillamente no existe, es pura imaginación suya. Pero eso sí...es tan carnal, tan visible, que nunca lo pondrá en duda. Le han enseñado a sentirse libre hasta la médula. Pero no a serlo...
Tal como diría Ortega y Gasset se convierte en un "Hombre-Masa", un "individuo" indistinto. Percibe una viva idiosincrasia que cree que lo distingue de los demás. Sin embargo lleva toda su vida nadando en el agobiante lago del determinismo vital más absoluto. Pero nunca percibe esta verdad. Mueve sus fichas a lo largo y ancho de un tablero estrecho que él considera enorme. Tiene el suficiente espacio en éste como para jugar eternamente sin temor al aburrimiento. Le han enseñado a jugar de mil formas diferentes. Pero él nunca ha aprendido a jugar con un estilo propio. En ningún momento pone en duda las reglas del juego y no ha meditado jamás acerca de los límites finitos que dicho tablero le presenta. No adivina la infinitud de esa frontera. A veces llega a percibirla. Pero recapacita y se percata de que si nadie ha traspasado esa linde es por algo. No puede traspasarla. Eso llevaría a terminar la partida colectiva en la que compite y a jugar en soledad. También a renegar de las reglas no escritas que le han enseñado e inventar otras que le ayuden en el escenario de una nueva partida prolongada y penosa. Además hasta ahora los lances del juego siempre han sido controlados y favorables y corre el riesgo de que se conviertan en imprevisibles y dañinos. Y... ¿¡Para qué correr el peligro de herirse si es solo un maldito juego!?
En definitiva, ese "Hombre-Masa" vive abotargado felizmente en un mundo que cree comprender. Sus patrones de actuación son básicamente "los que deben ser". La empatía que le causan esos preceptos pasan de la aceptación pura y sin criterios razonados a concebirse como lo "ideal". Lo que sale de este no puede comprenderse o es pura frivolidad. Sin embargo no distingue hasta que punto toda esa serie de valores o pautas fijas están ancladas, al igual que el ser humano, y que a su estado natural correspondería el llevar alas y volar. Tal como dijo Nietzsche: "Donde vosotros veis cosas ideales, veo yo cosas humanas, ¡Y, ay, demasiado humanas!".
Bueno voy a ir cerrando un poco la boca que me deben estar entrando demasiadas moscas, pero por lo menos ya me la he quitado de detrás de la oreja compartiéndola un poco (aunque seguirá ahí "dando por culo") y espero haberla pasado a otros. Pero no os preocupéis, no es una mosca cojonera y no hiede ni desde cerca ni desde lejos. A mi me huele a pachulí. Aunque a algunos como a Nietzsche ese olorcito atrayente les haya costado la cordura...
Os escribo ahora uno de los aforismos (este es un poco extenso) de Nietzsche en su libro "Humano, demasiado humano":
228.- El carácter fuerte y bueno. "El sometimiento de las opiniones, que el hábito convierte en instinto, conduce a lo que llamamos un carácter fuerte. Cuando el hombre obra por motivos poco numerosos, pero siempre los mismos, sus actos adquieren por ello una gran energía: si estos actos se ajustan a los principios de los espíritus sometidos reciben aprobación y eventualmente producen en su autor el sentimiento de la buena conciencia. Lo que se llama carácter fuerte viene determinado, pues, por unos motivos poco numerosos, una conducta enérgica y una buena conciencia. A este carácter fuerte le falta el conocimiento de la multiplicidad de posibilidades y direcciones de la acción; su inteligencia carece de libertad, está sometida, puesto que, en un caso dado, no le mostrará a lo sumo más que dos posibilidades de actuación; está obligado a escoger entre ellas de un modo necesario y conforme a su naturaleza total, lo que hará fácil y rápidamente, al no tener que elegir entre cincuenta posibilidades. El medio ambiente que educa al individuo tiende a privar a cada uno de libertad, proponiéndole siempre el menor número de posibilidades. Los educadores tratan al individuo como si fuera, ciertamente, algo nuevo, pero a quien quieren convertir en una copia. Si el hombre aparece originariamente como una novedad sin precedentes en la existencia, la cuestión está en reducirle a algo conocido ya existente. Lo que en el niño se llama buen carácter es precisamente la manifestación progresiva de su sometimiento dada de una vez todas; al ponerse del lado de los espíritus sometidos, el niño empieza a dar muestras del despertar de su sentido gregario; y este sentido gregario constituye la base que le permitirá después ser útil a su Estado y a su clase."
Abraxas